martes, 24 de junio de 2008

Composiciones despreciadas en bic

Título: Composiciones despreciadas en bic
Protagonistas: Nicolás Cabré, Dolores Fonzi, Emilio Disi, Pata Villanueva y el hijo, cuando nazca, de Sofía Gala.

La primera escena es asifixiante: Emilio Dissi se deja caer a una pileta, luego de consumir una pepa que le había robado a su hijo, Nicolás Cabré. Nada hasta llegar al fondo, cree que está en un mar de cerveza, después medio que se desespera porque ese mar de cerveza se tansforma en un mar de meo, pero enseguida se tranquiliza cuando cree que ahora, todo el agua de la pileta, es Sprite. La imagen no es nada, la sed es todo. Y menos mal que eso es así, porque todos los días, Emilio Disi llegaba al set de filmación en pedo. Al principio el guión decía otra cosa, pero como todos se cansaron del estado deplorable de Disi, y como la película la bancaba Doris del Valle, y como precisamente por eso Emilio tenía que aparecer, se decidió liquidarlo en la primera escena, que se filmó al quinto día de rodaje, y así se lo sacaron de encima. Dicen que ahora sale todas las noches con el Burrito Ortega y putean al cornudo del cholo Simeonne. Es más, dicen que el burrito Ortega le confesó a Emilio, después de bajarse una botella entera de Juancito Caminador etiqueta azul, que aquel famoso sábado había llegado en pedo al entrenamiento de River porque la noche anterior le había demostrado a la esposa del Cholo porque le decían el burro, mientras el Cholo jugaba a la Playstation junto a sus hijos.
Regresemos a la película: Habíamos quedado que Emilio Disi, empepado, nada por el fondo de la pileta. Bueno, a los minutos muere ahogado. Bien asfixiante esta primera escena. La segunda escena tine lugar al otro día de la muerte. Llega su hijo, Nicolás Cabré, en alta 4x4, a buscar a su padre para recagarlo a trompadas porque le había afanado la pepa que iba a usa con la mina que se quería bajar, pero que no le daba bola, Dolores Fonzi. La minita lo había clavado la noche anterior en un boliche, después de haberse ido a cogetear con otro por ahí. Más alto, con más físico, tal vez con una más larga que la de Nicolás Cabré.
Nico entra a los gritos, en busca de su padre, al fin llega al jardín de la gran casa que queda en la Orqueta, San Isidro. Ve un cuerpo flotando, ve que ese cuerpo es el cuerpo del padre. Se queda mudo, después se pone a llorar como aprendió a hacerlo en las series Suar. Se prende un pucho. Se sienta al borde de la pileta. Llora. Fuma. Se le caen los mocos. Se terminá, entre lágrimas y mucosidad, el pucho. Se limpia con el agua de la pileta y se empieza a reír. Al fin toda la guita del padre es suya.
Después viene el velorio. Aparece la madre de Nico, Pata Villanueva. Le dice que ella no era su verdadera madre, que Emilio sí era su padre, pero que su verdadera madre era la que había escrito una novela inédita, un verano en Mar del Plata, con una birome bic. Le da el manuscrito. No te gastes en buscarla le dice, palmó hace rato, acá podés visitarla. Pata le entrega una tarjeta de un cementerio privado. Nico la agarra, pero no entiende nada. Se desmaya. Al otro día despierta en la casa de la Orqueta. Va a buscar a Pata, que ya no era más su madre. Escucha el sonido de la ducha abierta. Entra al baño, Pata está ahí. Nico se calienta, hace rato que no la pone. Además, todo lo ocurrido en los últimos días, lo enfermaron un poquito. Se saca la remera y los calzoncillos -lo habían devestido antes de acostarlo desmayado- entra a la ducha y se empoma a Pata.
Después regresa a su habitación y comienza a leer la novela.
A partir de ahí, la película se convierte en la novela que lee Nico. El personaje principal, una mujer embarazada, lo hace Dolores Fonzi. El, Nico, hace del hombre. Hay enriedos, persecusiones, ella que se va, él que la busca, la encuentra, ella se escapa, él la persigue por todos lados. Al fin, ella consigue el perdón y el auxilio de sus padres, que le dan un pasaje a París. Nico se queda en Buenos Aires, y empieza a escribir otra novela. Ese es el inicio, en la película, de la novela dentro de la novela. Como a Emilio Disi ya lo habían mandado a emborracharse con el Burrito Ortega, el papel de esta novela dentro de la novela dentro de la película lo hace el doble de Emilio, un completo desconocido. Pero actúa tan bien que enseguida salta a la fama. Se llena de plata y de minitas. Suar le ofrece contrato. Tinelli, bailar en su programa. Pergolini, contar la historia nacional. El acepta todo. Empieza a tomar cocaína para resistir, hasta que terminan por despedirlo de todos lados por falopero. Antes, Pergolini le incauta toda la papusa para recordar viejas épocas junto a De La Puente. En fin, el doble de Emilio Disi todavía está cagado en guita. Viaja a Inglaterra, conoce a Amy Winhouse, se casan, se van de luna de miel a Marruecos y allí se mueren de sobredosis.
Pero regresemos, estábamos en la novela dentro de la novela dentro de la película. El doble de Emilio Disi es el embajador de la India en la Argentina. Conoce a una minita. Otra vez, Dolores Fonzi. Ella se enamora de él, él de ella. Se quieren, se buscan, salen de joda por todo Palermo. El le enseña sexo tántrico, ella alcanza unos orgasmos increíbles. Finalmente queda embarazada. Ahí a él le agarra cosa, le parece increíble -alto boludo, jamás habían usado forro-, le dice que aborte, que no pueden tenerlo, que él ya está casado, que su esposa vive en la India, que si se enteran lo liquidan, su esposa, el gobierno, todos. Ella le dice que lo va a tener igual. En fin, van y vienen, discuten, se pegan, se reconcialian, cogen, hasta que él la manda a matar. Se termina esa novela dentro de la novela. Ahora queda la novela dentro de la película. Nico Cabré pone fin a su novela dentro de la novela dentro de la película en un bar con una birme bic. Sale y la tira a la basura. Lo bien que hizo, la novela era una mierda. Pasa un cartonero. La lee, le parece buena. Se la muestra a un amigo que tiene, un tal Cucurto, le dice que es genial, que es lo mejor que se pudo haber escrito, mucho más que Borges, Cervantes y Quevedo juntos. Le pregunta si la escribió él, el cartonero le dice que sí. Cucurto la publica en Eloísa. La novela se hace famosa, al año todos la estudian en Puán. Recibe elogios de la creme de la creme literaria, Link, Kohan, Casas, Fogwill, Piglia, Sarlo, Ludmer, Panesi. Di Nucci dice que está tan buena que ya piensa en cómo se la va a plagiar.
Sin embargo, un día Nico la lee y se da cuenta de que es su novela. Se quiere matar. Bueno, se mata. Regresa la mina de París, con el hijo recién nacido -acá hay unos problimitas temporales, pero no importan porque la película ya es muy rara, y entonces pasan-. El hijo recién nacido es el hijo de Sofía Gala. Al estreno van todos, el pendejo ya con un año de edad, ella, el padre -que no sabemos quién es-, la abuela, esha, con sus gomas despampanantes: Moria Casán.
En fin, una vez más, regresemos a la peli: Dolores vuelve de París con el hijo y descubre que Nico se mató. Va a ver a la madre de Nico. Papel fugaz que interpreta Doris del Valle, la productora de la película. La madre le cuenta qué le pasó, todo lo que Nico la había extrañado; le cuenta, también, sobre el libro que escribió. Dolores lo conoce, lo leyó en francés y en español. La novela se hizo best seller mundial. Pero la guita fue a parar a los bolsillos de Cucurto: le había hecho firmar al cartonero un contrato donde le cedía todos los derechos de autor.
Dolores va con su hija a la casa de Cucu. Le cuenta toda la historia. Cucu la hace pasar, le dice que él se hará cargo del bebé, pero que ella se tenía que quedar en su mansión, ser una más de las conejitas de Cucu. Ella acepta. Termina la novela dentro de la novela con Dolores Fonzi haciéndole un pete a Cucu mientras amamanta a su bebé. El mensaje de la película: es muy difícil ser mujer, la sociedad vive denigrándolas, la cultura, los medios, todo el mundo las denigra.
Regresamos a la película: Nico Cabré, obviamente, termina de leer el libro. Cierra el libro, y empieza a tocarse. Entra Pata, que ya no era la madre, y le dice, acá te traigo la bic que era de tu verdadera madre. La deja en la mesita de luz y se acuesta encima de Nico. Cogen de manera desenfrenada. La cámara se va alejando de todos, de la cama, de los cuerpos, de la novela de la verdadera madre de Nico, se va por el pasillo, y enfoca la pileta. Había quedado, sobre el agua, un zapato de Emilio Disi.

Junio

Junio fue un mes tal vez demasiado kitsch para este blog. Tal vez no. Y todo lo que sucedió se ajusta a la medida de nuestras capacidades y vidas desordenadas, contradictorias, incluso hasta impensadas. Como sea, las posibilidades de alinear nuestros coeficientes intelectuales bajo una propuesta determinada, provocaron convergencias que tendrán, sin duda, consecuencias en los años por venir (alguna vez te veré cara a cara y te cagaré a trompadas).
Más allá de todo lo anterior, las convulsiones que nos implican perfeccionaron un espacio para la dejadez. De a poco, casi sin quererlo, fuimos delineando imaginarios de una nación. Quisiera, sin embargo, acotar mi pensamiento y regresar a una época de balbuceos, donde las confesiones eran algo desacreditado y donde la realidad tenía que ver con camiones y autos duravit.
Ayer, en la cama, antes de dormirme, leí esto:






Si bien el fingimiento, las más de las veces,
es reprensible y propio de malvados,
sucede en ocasiones que produce
notables y evidentes beneficios
y evita muertes, daños y deshonras;
porque no siempre estamos conversando
con amigos en esta oscura vida,
que es mortal y que está llena de envidia.





y no pude dejar de pensar que todo remite a convivir con la incertidumbre.

jueves, 19 de junio de 2008

Hey, my friend, we ain't dutch people

"Si de lo que se trata es de agregarle democracia a la democracia, y parece que es el único camino moralmente transitable, también habría que agregar más democracia en las relaciones entre todos. Cuando sube la estatura del adversario, es porque también sube la propia. Hay una larga lista de reproches que hacerle a este gobierno, que ni siquiera insinuaré porque no tengo que estar posando de equidistante. Pero la invitación está hecha, y por esa sola invitación merece ser defendido. El gobierno democrático nos devolvió la política en su término grave, en su amplitud más ancha. Es un gobierno peronista, claro, y trae consigo sus bombos metafísicos y sus tristes fantasmas. Pero ey, amigo, no somos holandeses. En la Argentina hay peronismo, y al menos hasta que no haya otra fuerza capaz de desandarlo, los matices deberán postergarse en beneficio de los grandes consensos."

Por Sandra Russo para Página/12.
La nota completa, acá.

miércoles, 11 de junio de 2008

Under your Influenza

No recuerdo la primera vez que hablé con él. No recuerdo cuándo fui por primera vez a su casa, así como tampoco recuerdo cuándo fue la primera vez que nos peleamos. Sólo recuerdo que nos conocimos a los cinco años, en primer grado. También recuerdo que cuando terminé primer grado no tenía ningún amigo concreto, había pasado todo el verano sin ver a mis compañeros, y recién volví a tener noticias de ellos el primer día de clases de segundo grado. Pero lo vi y tuve conciencia de su existencia a los cinco años. Con el transcurso del tiempo y de los grados, empezamos a vernos más seguidos y, también, a pelearnos con mayor asuidad. Fue el primero de mis compañeros en ir a la que entonces era mi casa. Creo que teníamos siete u ocho años. Por aquella época -comienzos del menemato y la convertibilidad-, yo era medio fanático del tennis, lo practicaba desde los cinco y desde entonces, no me perdía ningún partido de Gabriela Sabattini. (No recuerdo haber tenido muchos ídolos en mi vida, incluso creo que los maté bien temprano, pero sin duda, si tengo que recordar alguno, la primera fue ella, Gaby.) Cuando Leo vino a casa, justo había un partido de ella, no sé contra quién, tal vez contra su archicontricante germana Seteffi Graf. No importa, no viene al caso. Lo cierto fue que yo quería ver el partido y él quería jugar, hinchar, boludear. Eso me rompía bastante las pelotas. Busqué a mi vieja para preguntarle a qué hora se iba Leo, y regresé a mi habitación con la siguiente respuesta: "jodete, vos lo invitaste, ahora esperá a que vengan a buscarlo". Al fin se fue, y yo pude ver lo que quedaba del partido de Gaby.
Al año siguiente Leo volvió a casa, pero esta vez con pocas ganas de romper las bolas y, además, con un cassette. El tennis ya no me importaba tanto, al que era mi profesor lo habían operado de la vista, yo había dejado de practicarlo y seguramente restaban unos meses para que Gaby fuera cosa del pasado. El cassette era de Sui Generis. Me preguntó si tenía algún lugar para escucharlo; dije que sí, que me esperara un rato, que enseguida volvía con el radiograbador. Finalmente puse play y empezó a sonar "Mariel y el capitán". Esa canción la conozco, dije, esa canción la escucho casi siempre, mi vieja la escucha, y mi tía, cuando voy a lo de mi abuela, ella también la escucha, ella tiene discos, hay uno que tiene esta canción. Esa vez fue la primera vez que tuve conciencia de Charly García, de Sui Generis y de la música misma.
Con Leo seguimos compartiendo colegio, amistad y banco de división hasta que terminamos el secundario. Y mientras nos volvíamos chicos de CDs y nos olvidábamos del cassette primero y luego de las copias originales, íbamos, también, compartiendo las letras de Charly. La educación fue en orden: de Sui Generis enseguida empecé a escuchar con mi vieja Seru Giran y de ahí, con lo que Leo me pasaba, me volqué de lleno al Charly solista. Pero así como entraba en el mundo Say no more, también empezaba a ser escupido por la argentinidad. Empezaba a escuchar las primeras arremetidas contra Charly, contra Maradona (incluso, una vez, llegué a escuchar a mi viejo decir que para él el Diego era un jugador que le había cagado un mundial -hoy mi viejo está más sosegado y más preocupado por su vida que por una ficción, y reconoce que el fútbol sólo existió para verlo jugar a él, al diez-); era la época en la que tomaba conciencia de la hipocresía moral de una sociedad asquerosa.
Pero las letras, las canciones, los recitales increíbles -por todo lo que sucedía, incluso que se fuera sin tocar- performaban una síntesis que demolía todo: el rock, el pop, el género que fuese, el show, la filosofía, la poesía, incluso lo que se se acepta bajo la definición de música.
Cuando dejé el secundario, no sé muy bien por qué, no sólo comencé a verme cada vez menos con Leo -tanto que hoy reducimos los encuentros a uno o dos por año-, sino que también dejé de escuchar a Charly tan seguido. Sin embargo, la posibilidad del encuentro nunca fue abandonada, y en estos momentos creo que ese alejamiento tuvo más que ver con aguardar por epifanías que por cansancio. Así, una vez, en mi primera materia de la facultad, conocí a Germán. Nunca tuvimos muchas cosas en común -no compartimos ideologías, gustos políticos, equipos de fútbol (para ser honesto, la posición frente a los deportes; de hecho, ayer, a otro amigo que tiene un problemita en la ingle que le imposibilita coger y que se lo causó una pelota de fútbol, le decía que después de los veinte años el único deporte que había que practicar era el sexo, y que recién a los 40, si uno ya no aguantaba maratones en la cama, se podía regresar)-, pero sí había algo de lo que no podíamos dejar de hablar: Charly García. De hecho, junto a él experimenté el mejor recital en que lo vi tocar: Quilmas rock del 2004 (puede que sea 2003 o 2005, pero me juego más por el 2004). Cancha de Ferro. Ese día cerraba Charly. Durante toda la jornada el cielo había amagado entre llover y no llover. Finalmente, luego de que sólo esperásemos a Charly una hora, y a los minutos de que comenzara el recital, también comenzó la lluvia. Creo que la sensación de todos fue "acá Charly hace lo de siempre y se las toma". Pero no. Jamás estuvimos tan equivocados. Esa noche Charly, para mí, dio su mejor concierto. O al menos me gusta imaginármelo así. La banda sonó perfecta -cosa rara en esos festivales-, y Charly estaba más que iluminado. Todo le salía, hasta esos registros agudos de voz que hacía años había perdido. Llegamos a creer que el clímax se había logrado cuando se puso a cantar Rain, acostado sobre el piano que estaba en una extensión del escenario, bajo la lluvia y en español. Bien a lo Charly. Una vez más, estábamos equivocados. Había pasado bastante tiempo desde que empezara a tocar, teníamos hasta los huevos empapados, y a Charly se le había ocurrido presentar temas nuevos. A esa altura ya había perdido a mis amigos, por lo que decidí alejarme del escenario y caminar hacia la salida, para ver si los encontraba. Se ve que no fui el único con la idea de irse: en un momento Charly deja de tocar y le dice a unas minas "ey, ustedes, la concha de la lora, a dónde mierda se van". Al instante le dice algo a la banda y en unos segundos, en el aire empiezan a flotar los primeros acordes de Popotito. También en unos segundos yo volví a estar junto al escenario, y la lluvia y dar con mis amigos habían pasado al plano de chuparme un huevo. No sé si después tocó algo más o si todo terminó ahí. Eso ya no es importante. Lo que vale es que todo aquello sólo podía ofrecerlo un grande, alguien que estaba, en lo artístico, más allá de todos nosotros, pero que, a la vez, esa entrega era la muestra perfecta de que, como nosotros, Charly era un mortal más, que sangraba lo que hacía.
Una noche, mientras estaba frente a una mina que me partía el bocho y todo lo que sabía hacer para conseguir chicas se había esfumado de mi cabeza, comenzó a sonar una canción de Seru. A ninguno nos salió el nombre de entrada. No lo podía creer. No puede ser que no me acuerde del nombre, dije, y ella también dijo algo así, hasta que nos empezamos a reír y las cosas volvieron a normalizarse entre nosotros. Las ideas regresaron a mi cabeza, dejamos sonar el tema, también pronto hicimos a un lado el olvido y la noche terminó a puros besos y manos por acá y por allá. Cuando esperábamos a que viniese el colectivo que la llevase a su casa, en un momento deja de besarme y me dice suave, muy suave, Eiti Leda.
Y los años siguieron y Charly siguió produciendo y hace ya unos meses que con Seba no nos cansamos de hablar de él, de Charly. Hablamos de mujeres, de literatura, de vez en cuando de política, bastante de Pity y su nuevo gran disco, y mucho más de Charly. Ayer, en un intento de matar el aburrimiento que a veces genera el laburo, me puse a huevear por Internet. Vi la noticia: Charly había sido internado en Mendoza. Había destrozado un hotel, decían, y, con la gran inteligencia que caracteriza a los medios de comunicación, enseguida titulaban lo acontecido, todo juntos -como grandes idiotas de este Brave new world-, "Demoliendo hoteles". Imbéciles. Y sólo hubiese quedado ahí el calificativo, en imbéciles, si hoy, en todas las páginas que integran la mierda del Grupo Clarín, no hubieran colocado el video en el que lo reducían en el hotel. La intimidad es un privilegio. Y Charly hace décadas que se olvidó de ella, pero así y todo, cuando vi ese video me dieron unas ganas enormes de salir a matar a esos hijos de puta, le dije hace un rato a Seba que me llamó para comentarme que había visto el video en la página de Clarín.
No nos exigimos nada, pero hay personas a las que les exigimos de más. Y precisamente les exigimos a las que no deberíamos exigirles nada, porque ellas solas dan todo, porque no saben hacer las cosas a medias, no saben lo que es la mediocridad.
Lo dice Charly:

No ves que el mundo gira al revés,
mientras miras esos ojos de videotape.
Este mundo exclamará por siempre
la película que ví una vez
y este mundo te dirá por siempre
que es mejor mirar a la pared.


martes, 10 de junio de 2008

La Isla

Hace tiempo, durante un domingo cualquiera a eso de las 3 de la tarde (por aire, creo que por telefe) vi una película mala como corresponde en día y horario a la programación sujeta correspondiente. Se llamaba La Isla (Dicaprio) y consistía en gente que descubría un paraíso perdido y vivía ahí disfrutando, en lo que podría entenderse como la definición del socialismo para joligud.

Resulta que un día un tiburón (que seguramente es el mismo ya inmortalizado) decide atacar a tres hermosos blondos que nadaban por el arrecife. Resultado de tan espantoso suceso; 2 muertos, 1 herido. (o solo 1 muerto? no se, igual no importa). Así la película avanza entre paisajes que intentan suplir diálogos olvidables. ¡¡¡¡Pero caramba!!! ¿Qué sucede? El herido no se decide. Ni se cura, ni se mure. La agonía se prolonga por la indefinición del convaleciente, que a grito pelado pide asistencia interrumpiendo la danza erótica de los otros personajes muy dedicados a jugar con los cocos que caen de los cocoteros.

Resultado (y para que este relato no insufle hasta al mas condescendiente de los lectores), el herido, el indeciso, el pendular, se transforma (a partir de una decisión de hondo contenido democrático donde uno propone el rápido traslado y el resto acepta sumisamente su definición). El paria va a parar así, a una carpa desde donde no se escuchan sus gritos moribundos hasta su desenlace y show must go on. Quizás esta sea la segunda Isla.

¿Pero por que repaso tan olvidable capitulo de la filmografía foránea?.

A saber:

“Estoy cansada de este conflicto, espero que se solucione ahora” Esta frase que bien podría ser de cualquier persona que caminase por la calle pero que adquiere perdurabilidad cuando la señora Mirta la convida desde su ampulosa mesa en forma de bocadito, tiene exactamente los mismos condimentos conceptuales de aquella película.

El señor esta cansado. EL y ELLa están cansados. El doctor, el abogado, la farmacéutica, el de la rosticería y el que vende diarios están cansados. Nadie puede jugar con los cocoteros. El tipo del lavadero que es amigo de la verdulera ya estaba cansado mucho antes y pudo transmitir el exceso de agobio a su amiga. Las señoras están extremadamente cansadas y piden a gritos de ascensor que “se termine pronto con esto”. Los Tipos que caminan por la calle de un informe de TV llevan música lúgubre en sus ojos y caras de viaje en subte a las 6 de la tarde, ellos también piden que se termine, que basta ya, que suficiente. En fin, la sociedad toda esta muy cansada y exige un “pronto desenlace”. Y es comprensible. Es que en la era de las nuevas tecnologías y la comida rápida todo debe resolverse mas rápido que mejor.

Y mientras tanto el pobre espera, espera como en aquél poema de Prevert. Espera que la cosa cambie, espera que se pueda comer todos los días. Espera que se solucione su problema. Espera no tener tan graves problemas. La sociedad se cansa y el pobre espera. La sociedad patalea y se enfurece; el pobre no es sociedad.

“Lo importante es el dialogo” se escucha decir, “lo importante es que se sienten y solucionen el conflicto”, agrega otro al pasar, “lo importante es poder continuar en una Argentina armoniosa sin fragmentaciones”, uno mas informado, “sin cortes de ruta, sin problemas”, remata la vieja desde el ascensor. Lo importante es continuar.

Un señor opina: -“Por favor basta de conflicto, estoy exhausto y ya no puedo ir y encontrar un cartel que diga “solo 3 botellas ” porque con mi plata hago lo que quiero como lo harán los 40 millones. Uno añora los momentos en que no había conflictos, como cuando con Chile. ¿Te acordas?. Se hizo rapidito rapidito. Esos 34 problemitas limítrofes. Y las privatizaciones que se firmaron en la tapa del inodoro. ¿Te acordas de esas? hasta nos mandaron botellas en navidad, y gratis. Que lindo que era todo, sin conflictos”.

Otro señor dice. “Un conflicto no es un problema en si. Un conflicto solo son intereses en pugna, no importa que intereses. Un conflicto son solo posturas. Es la discusión y la defensa en lo que se cree en oposición simultanea. Y pregunto entonces ¿tantos problemas plantea un conflicto? ¿O no será que plantear al conflicto como un problema es una buena estrategia para dejar todo igual?.Y me pregunto entonces ¿Quién puede estar en contra de un conflicto? ¿Desde donde puede verse al conflicto como un escollo para el desarrollo? ¿ Para el desarrollo o para la perpetuación?. ¿Millones de pobres hace muchísimos años y el conflicto tiene 90 días?. El conflicto siempre es una esperanza para el pobre. Porque el conflicto es la esperanza de cambio, de aumentar un problema o solucionarlo. El conflicto hace tambalear a la pobreza hereditaria. Entonces quien problematiza el conflicto y aboga por una pronta solución siente que algo esta cambiando; para su pesar.”

Bienvenido sea entonces este conflicto que quizás tenga como resultado empezar a ocuparse de los problemas. Entiendo que solamente pueden estar en contra de un conflicto los que no quieren que se modifique nada, los otros solo pueden equivocarse.

sábado, 7 de junio de 2008

Viernes de limadura (desde la resaca de un sábado)

Iba a salir el viernes, pero oficinas y facultad nos hicieron olvidar, y lo que vino después nos dejó colgados de una palmera.

Besos